3 de febrero de 2010

Una mañana cualquiera

Una mañana, cuando todos seamos felices, nos miraremos a la cara pensando en el tiempo perdido. Una mañana, seguramente lejana, convivirán nuestras pasiones con nuestras razones, y podremos mirarnos a la cara y hablar sin resentimientos. Una mañana, seguramente, será una mañana, miraremos la televisión, o leeremos el diario, y no saldremos a la calle asustados, pensando que no vamos a volver. Una mañana, miraremos a nuestros hijos y sabremos que les dejamos un país mejor. Una mañana, al desperezarnos, sonreiremos porque sabremos lo que ya sabemos pero no queremos: que somos parte de un gran país. Una mañana, seguramente en un día soleado, nos preguntaremos como hicimos para sobrevivir a este tiempo de locura. Una mañana, quizás en invierno, sabremos que todos tiramos para el mismo lado, y no dudaremos unos de otros, respetaremos la buena fe de cada uno y callaremos cuando pongamos en peligro a la Patria, porque sabremos que primero esta la Patria. Una mañana, sonreiremos al pensar en el futuro y estaremos agradecidos del país que nos legaron nuestros antepasados.
Una mañana feliz nos tocará. Esa mañana feliz, que seguramente nos merecemos, no se construye como por arte de magia, ni aparece por designio divino. Esa mañana, que seguramente tendremos, la tenemos que construir todos los días. No alcanza con desearlo. No alcanza con sospechar que llegará. Cada día nos tiene que encontrar mas cerca de los sueños y mas lejos de las pesadillas.

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